Depresión

No sabía definirlo, tal vez era tristeza, una profunda y desgarradora tristeza que ahogaba su corazón. Quizá era angustia, inmisericorde angustia que le rompía el alma sin compasión. Puede que fuera ansiedad, que desde dentro le rasgaba las entrañas con sus largas uñas, sucias y mal cortadas. Es posible que sólo fuera una inmensa sensación de soledad y desamor, que le provocaba una enorme presión en el pecho que hasta respirar le impedía.

 

La sensación de pánico era una constante en su vida y no tenía fácil solución, ya que no había causa explicable para sentirse así. El caso es que en esos momentos habría agradecido una mano que cogiera la suya, cualquier mano le habría valido, cualquier mano le habría servido para sujetarse a la vida y mitigar esa sensación de ahogo, ese enorme vacío imposible de llenar... pero al menos una mano que cogiera la suya... sin decir nada, sólo con sentir una mano cogiendo la suya le habría servido. ¿Es mucho pedir?

Recordaba aquella ocasión conduciendo su coche hacia casa y empezó a sufrir esa terrible e indescriptible sensación... paró en el arcén y llamó a la policía local para que la ayudaran, porque no tenía a quién recurrir y cualquier ayuda, cualquier compañía, era buena para ella.

Su único refugio era llegar a casa, meterse bajo las sábanas y dormir todo el día, toda la noche, toda la vida... unas pastillas... cualquier cosa con tal de no sentir ese indescriptible vacío interior, esa desgarradora soledad.

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